Teseo y el Minotauro

Hay muchas versiones sobre la leyenda del Minotauro. Aquél que esté interesado, no tiene más que entrar en google y buscar información al respecto.

Por lo pronto, hoy en el trabajo estaba ayudando a una de las nenas con su tarea de comprensión lectora, y el texto a leer era ni más ni menos que dicha leyenda. Mientras la leía con ella, un pensamiento cruzó mi cabeza y capturó mi atención.

Básicamente, y resumiendo burdamente la leyenda, el Minotauro era una bestia a la cual habían encerrado en un laberinto. Esta bestia (mitad hombre, mitad toro, producto de la unión de un dios con una mortal) recibía como sacrificio a 14 jóvenes cada 9 años. Siete hombres y siete mujeres eran introducidos en el laberinto y, al no lograr encontrar la salida, terminaban siendo víctimas del Minotauro. En caso de no sacrificar a estos jóvenes, el Minotauro escapaba del laberinto y se cobraba vidas en la ciudad.

Y así transcurría la historia, hasta que el jóven Teseo decide adentrarse en el laberinto para matar a la bestia. Antes de adentrarse en esta aventura, Ariadna, su amada, le entrega la punta de un hilo mágico y le dice que no lo suelte en ningún momento.

Es así que Teseo entra al laberinto con el hilo de Ariadna en su poder, enfrenta al Minotauro y lo mata. Siguiendo el recorrido del hilo, cuyo extremo opuesto era sostenido por su amada a la salida del laberinto, Teseo encuentra su camino de regreso a los brazos de Ariadna y es aclamado como héroe por toda la ciudad.

Leía esta historia y automáticamente pensé: a veces soy mi propio Minotauro.

Pensaba y me imaginaba a la ciudad como mi vida, y el Minotauro como ciertas partes de mí que terminan pasándome factura. Me imaginé también como Teseo, con la fuerza que en muchos momentos me caracteriza. Imaginé que Teseo tenía miedo de ingresar al laberinto, y que su valentía consistió precisamente en animarse a entrar en él a pesar de sus miedos. Y me imaginaba siendo Teseo, ingresando en mi propio laberinto, allí donde mi propio Minotauro se encuentra escondido.

Y me preguntaba cuánto ayudó a Teseo el hecho de saber que Ariadna lo esperaba fuera del laberinto.

Y entonces me di cuenta.

A veces, para animarme a entrar en el laberinto...

A veces, para animarme a enfrentar a mi propio Minotauro...

Necesito de mi propia Ariadna..

Aquella que me entregue una punta de su hilo mágico,
que no dude de mi capacidad para enfrentarme a la bestia,
y que me espere a la salida del laberinto...

Con el hilo en su mano, para que me guíe de regreso,

Y con los brazos abiertos para abrazarme y darme descanso después de la lucha.